POR FERNANDO ACUÑA PIÑEIRO
Soy parte de esa generación que surge entre el final de la postguerra y el movimiento estudiantil de 1968, este último, un capítulo represivo que marcó la falta de apertura y de democracia en México. Posteriormente, se desatarían una serie de eventos sociales y políticos, cuya característica, fue la aparición de guerrillas urbanas y rurales, como consecuencia a la cerrazón y el autoritarismo del Estado.
Las reformas políticas instrumentadas por Echeverría y López Portillo, buscaron apaciguar , cediendo espacios a mayor número de partidos de izquierda, fueron del todo insuficientes, pero marcaron el final de la guerra sucia, cuya misión era el exterminio de la guerrilla, a manos de grupos paramilitares, comandados desde el gobierno priista.
Posteriormente, el Estado mexicano viviría su segundo punto de quiebra, ante el primer gran desgajamiento del grupo priista en el poder, cuando Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros demócratas, fundan una corriente opositora al PRI, y encaran a Carlos salinas, en los comicios de 1988. Fue ahí donde los mexicanos vivimos el primer gran fraude histórico de la era moderna. La izquierda fue frenada a la mala, recurriendo para ello, a lo que fue llamado eufemísticamente, como “la caída del sistema”.
Posteriormente, en el 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador participa por primera vez, como candidato presidencial por el PRD, se vuele a producir el segundo mega fraude de gran calado, imponiendo descaradamente en el poder a Felipe Calderón Hinojosa, como Presidente de México, cuando el triunfo era para Andrés Manuel López Obrador.
Ayer, doce años después, primero de julio de 2018, AMLO enfrenta por tercera ocasión consecutiva al sistema político en vigor, un régimen desgastado por la ingobernabilidad y la corrupción. En esta ocasión no se trata de una alternancia de mentiritas, como sí ocurrió con la llegada de Vicente Fox en la elección del 2000, ni mucho menos con la de Felipe Calderón en el 2006.
En esta ocasión, el cambio, según lo ha reiterado AMLO en sus discursos y declaraciones, habrá un auténtico fin de régimen, que se caracterizará por el fin de los privilegios de las elites gobernantes. Y al mismo tiempo, surgirá un reacomodo en el actual grupo de la plutocracia mexicana, ese grupo que fue creado desde el salinato, y que se ha caracterizado por su voracidad y su enriquecimiento galopante, hasta el extremo de aparecer entre los más acaudalados del mundo, según la revista Forbes.
El gobierno de AMLO, no será socialista, como se ha llegado a decir y a sembrar la alarma. En cambio, sí buscará equilibrar los niveles entre riqueza y pobreza, devolviéndole al pueblo llano, mucho de lo que, perdió durante casi 40 años de neoliberalismo insensible y explotador.
Durante estas casi cuatro décadas, la opulencia se elevó por las nubes, mientras que la indigencia se amplió en su brecha de marginación, de miseria y de desempleo. Fue este fenómeno social excluyente, detonado por problemas de violencia e inseguridad, de grupos delincuenciales empoderados, los que ahora, provocaron el estallido del hartazgo, en las urnas de éste primero de julio.
Para hoy dos de julio en que se publicará esta colaboración, Andrés Manuel López Obrador ya estará convertido en Presidente electo, con un triunfo histórico e irreversible. Esperemos que su mandato sea congruente con las expectativas ciudadanas que lo hicieron posible, en una votación, que para mi gusto, rebasa incluso a la de Vicente Fox en el año 2000.
Se trata de un triunfo histórico, pues por primera vez, desde el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río, en la era de los años treinta del siglo XX, un gobernante con las características de un Estadista progresista y aliado de las mayorías llega al poder.
Desde esta colaboración, hago votos, porque como mexicanos seamos testigos de un viraje en las políticas públicas, destinadas a empoderar a los ciudadanos sin voz, a los que hasta ahora solo recibieron migajas y frijol con gorgojos.
Ha sonado la hora de los desheredados en México, pero también es la hora dela reconciliación nacional, del abrazo postelectoral de ese México que surge de la elección de éste domingo.
A partir, de hoy, el presidente electo de éste país, es un hombre de 64 años, con suficiente experiencia de gobernar, después de que se distinguió como el jefe de gobierno más exitoso de la ciudad de México.
No quiero pasar por alto, los retos que ya para hoy tiene AMLO: el primero de ellos es tornar compatible a todos esos Méxicos que apoyaron su proyecto, y que entre ellos pudiese haber diferencias. El Segundo, es el de proceder de inmediato a reordenar un país, que huele a desastre , a pobreza, a inseguridad e injusticia por los cuatro costados.
Nos quedan cuatro largos meses, de aquí a diciembre, en que iniciará constitucionalmente el poder del nuevo gobierno obradorista.
Creo que ya desde ahora, habrá que empezar a preparar, el gran arribo de una nueva élite de Estado, que trae como misión central, el desmantelamiento del viejo régimen.