Por Raúl Hernández Moreno
En México las leyes electorales son muy flexibles, laxas, se aplican a criterio, a conveniencia de los partidos. Por eso pocos se extrañaron cuando en 1991 se le permitió a Porfirio Muñoz Ledo ser candidato a gobernador de Guanajuato, sin cumplir con el requisito de la Constitución local que establecía una residencia mínima de 5 años para ser registrarse. Don Porfirio arguyó el derecho de sangre, su parentesco con familiares en el Estado.
En el 2000 se dio una historia similar con Andrés Manuel López Obrador que se lanzó como candidato a jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, sin tener cinco años de residencia.
Tanto en el caso de Porfirio como en el de López Obrador, los partidos opositores se inconformaron por su registro y ante los tribunales pelearon para que se diera marcha atrás, pero no consiguieron su propósito. A Porfirio lo derrotaron en las urnas, pero el señor López sí gano.
El domicilio se comprueba con los datos de la credencial de elector. No puede corroborarse con propiedades, pues sino, hay políticos que podrían ser candidatos en 50 ciudades diferentes, donde tienen toda clase de inmuebles. O peor aún, Roberto Madrazo podría ser candidato por Miami donde tiene un departamento; o Ricardo Anaya podría registrarse por Boston, porque ahí viven su esposa y sus hijos.
Alejandro Rojas publicita que será candidato a Gobernador de Tamaulipas, sin tener residencia en la entidad, y asegura que lo será aplicando una técnica similar a la de Andrés Manuel López Obrador en el 2000. Lo dice con tal convicción que hay quienes le creen. Son los mismos crédulos que en el 2019 le creyeron cuando dijo que había encuestas que indicaban que Morena arrasaría en las urnas y obtendría triunfos entre 20 y 21 distritos. ¡Y le atinó!, pero al revés, porque Morena perdió en 21 distritos.
Durante los últimos años, Alejandro Rojas ha estado inmerso en la controversia porque se enfrasca en pleitos con gente dentro y fuera de su partido. Casi nadie cae en su juego, salvo Yeidckol Polevnski que alguna vez dijo que no lo conocía, que sabía que era ayudante del senador Ricardo Monreal y lo llamó perro pantorrillero, que muerde pantorrillas para hacerse notar. También intento echarlo del partido, pero fracaso.
En su momento Rojas también polemizó por los procesos electorales de Puebla y Baja California y nadie lo peló. El silencio fue la forma de contestarle y vengarse.
Rojas ha estado en Nuevo Laredo en varias ocasiones. Tiene una especial predilección por la diputada Carmen Lilia Canturosas, al grado de que en alguna ocasión optó por cancelar su visita cuando la legisladora anunció que no estaría en la ciudad.
Rojas es todo polémica. Fuera de eso, no trae nada en el morral.