POR MELITON GUEVARA CASTILLO
Cada día es más intensa, mas apasionada, la lucha político-electoral. Las redes sociales están llenas, repletas, de mensajes que buscar llegar al elector; le informan de encuestas. Y en ese cumulo de mensajes sobresale uno: el que pretende garantizar el voto libre; evitar que sea coaccionado, comprado-vendido. Agarra lo que te den, el voto es libre.
Esa es la cuestión en una elección: para que el voto sea libre, hay que cumplirse algunos requisitos, entre ellos, que el ciudadano esté completamente informado; que disponga de información y de datos que sean confiables, pertinentes y suficientes. Y quiérase o no, al menos es mi opinión, es lo que menos se garantiza con la proliferación de noticias falsas; va en todos los sentidos y direcciones, imposible distinguir entre la verdadera y la falsa.
DOMINIO CORPORATIVO
Es preciso consignar que en México se ha dado una evolución del voto. En el siglo pasado, hagan de cuenta, durante 80 años, el voto fue cautivo: era de un solo partido, con todo y que el sistema de partido ha sido pluripartista. Dominada o predominaba uno solo: el que hoy conocemos como Partido Revolucionario Institucional; nació como Partido Nacional Revolucionario; luego fue el de la Revolución Mexicana y terminó como Partido Revolucionario Institucional.
Su poder, inicialmente, fue el de los caudillos; luego devino en el corporativismo. Pablo González Casanova en su libro “La democracia en México”, desnuda el origen caudillista y luego el corporativismo partidista basado en tres pilares: CNC, control campesino; CTM, de los obreros; y la CNOP, de los profesionales y los grupos populares. Se daba, entonces, un control territorial y corporativismo… cada sector presumía que aportaba determinada cantidad de votos en una elección. Era el voto duro del PRI.
ESCURRIMIENTO Y OPOSICIÓN
La elección de 1976 es sintomática del proceso electoral mexicano: el candidato del PRI, José López Portillo, fue hagan de cuenta, candidato único: los partidos paleros lo hicieron su candidato. Se despacharon con la cuchara grande; máxime que las elecciones las organizaba el Estado, vía Secretaría de Gobernación. Por eso, una y otra vez, se recuerda cuando a Manuel Bartlett, como titular de gobernación, se le cayó el sistema.
Cuauhtémoc Cárdenas abandona al PRI, alegando procedimientos antidemocráticos para elegir al candidato presidencial; el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) lo hace su candidato; y luego se integra un Frente Democrático Nacional. Creció el fervor opositor, se llenaban las plazas y sus eventos masivos eras espectaculares. Medio mundo pensó, quedo convencida, de que hubo fraude; sin embargo, las protestas no pasaron a mayores y la institucionalidad se impuso. A partir de esta elección, quiérase o no, es como se conforma una oposición y ante lo fragmentado de la izquierda, será el PAN, quien a la larga se beneficie: tuvieron el primer gobernador de oposición y el primer Presidente.
HARTAZGO Y MANIPULACION
El voto ha sido calificado de muchas maneras: desde libre a secreto, pero también de castigo, de hartazgo, entre otros. Y en medio de una cultura de fraude electoral, carrusel, urnas embarazadas, taqueo, hasta la compra del voto, hoy en día creo, estoy convencido, de que predominan dos tipos de votos: el que nace del “hartazgo” (voto de castigo) como el que sucedió hace 6 años e hizo perder a Baltazar Hinojosa Ochoa, el candidato del PRI.
IDEOLÓGICO Y RAZONADO
Como los partidos políticos no ofrecen una visión de la problemática, así como de su solución, bajo una óptica político-electoral ideológica, uno desearía que esta directriz guiara nuestro voto. En otro sentido, ya desde el siglo pasado, se hablaba del voto razonado: votar por el candidato menos peor, con todo y que se tenga que recurrir a la expresión “es lo que hay”. El fin, con todo, amable lector, recuerde: el voto es secreto y se cuentan.