
David Ed Castellanos Terán
@dect1608
Cuando el infierno tocó la puerta de las huastecasÉrase una vez un vasto y fértil bosque llamado La Huasteca, habitado por aves de canto dulce, árboles que murmuraban historias al viento y criaturas que danzaban al compás del río. En el corazón de ese bosque, se alzaban tres aldeas: Tampico, Madero y Altamira, cuyos guardianes —los alcaldes— habían olvidado hace tiempo la obligación de velar por su tierra. Preferían enviar a sus sombras a las reuniones del consejo de vigilancia, mientras ellos se entretenían con discursos vacíos y promesas sin raíz.
Muy lejos al norte del bosque, se divisaba una llamarada gigantesca. Era un incendio colosal, pero no de esos que consumen ramas y nidos, sino uno de sangre y plomo, de silencios cómplices y pactos ocultos. Ese fuego ya había devorado al delegado de la Gran Torre (la FGR), al viejo zorro de Burgos —una figura que alguna vez guió a su pueblo—, y hasta alcanzó a los sabios del bosque, los cronistas de la verdad, atacados ahora por quien debió protegerlos: el cacique de Ciudad Victoria, Lalo Gattás.Al sur, las hojas caían sin viento. Allí no había fuego, decían algunos de la Cuarta Transformación, sino simples infartos, casualidades, coincidencias. Pero las familias sabían que no era el corazón el que fallaba, sino las balas que silenciaban la vida.
Cuentan que en Nerveracezuela (esos pueblos cercanos al río Pánuco), los jaguares eran cazados al amanecer y las ardillas morían por “ajustes de cuentas”.Del lado potosino, el incendio rugía. Se abría paso por la Sierra de la Huasteca con la furia de mil soles. La gente desde Tampico ya podía ver su reflejo danzando sobre el agua.
Nadie, absolutamente nadie, salía a sofocar las llamas. Ni un cubo de voluntad, ni una palabra de auxilio. Solo discursos envueltos en moho y reuniones intestinales que no alimentaban a nadie.Y entonces, llegó el miércoles.Ese día, el incendio cruzó la frontera.
Al mediodía, se escucharon truenos que no eran de tormenta, sino de metal chocando contra metal, en la carretera de Cacalilao. Los venados huyeron, los zopilotes volaron en círculos, y la tierra tembló. Un grupo de hombres encapuchados mantenía cautivos a tres jóvenes: Kevin “PP”, Pedro Isaac “LA” y su hermano Luis Donovan “LA”.Fue un combate de titanes.
Bajaron del cielo las garzas de guerra de la Marina, se desplegaron los coyotes de la SEDENA, y hasta los lobos de la Seguridad Pública estatal se unieron. En esa batalla, el fuego se extinguió por un momento. Liberaron a los tres cautivos, abatieron a dos sombras y atraparon a una más, un tal Timoteo de 47 inviernos.Las criaturas del bosque respiraron aliviadas. Por ahora.Pero este alivio es efímero.
La maleza sigue seca, el cielo cubierto de humo, y los guardianes de las aldeas aún brillan por su ausencia. No basta con enviar peones a las asambleas de seguridad. Las llamas no esperan a los discursos. El infierno no manda invitaciones.La región sur de Tamaulipas arde.
Los caminos son inseguros, los comerciantes temen, las madres no duermen, los periodistas son atacados, y los criminales se pasean como si fueran parte del paisaje.Si nadie actúa ahora, la Huasteca entera será ceniza.
Y entonces, no quedará bosque donde contar estas historias.En la intimidad… Mientras el fuego se asoma por las fronteras y la zozobra mantiene en alerta a los habitantes de la zona conurbada, este jueves por la noche, la ciudad tendrá un respiro —aunque efímero— de la mano de un ídolo que por generaciones ha hecho suspirar corazones.
Chayanne, el eterno caballero del pop latino, se presentará en el Estadio Tamaulipas en lo que promete ser un espectáculo inolvidable. Con un lleno total anticipado, cientos de familias, parejas y fans que crecieron con sus canciones, dejarán por unas horas la tensión diaria para entregarse a un concierto que evoca otros tiempos, más tranquilos, más seguros, más vivos.En medio del caos, su música será una pausa al ruido de las sirenas, una caricia al alma golpeada por la violencia.
Porque incluso en los tiempos más oscuros, la cultura y el arte insisten en recordarnos que aún hay vida… y que vale la pena defenderla.davidcastellanost@hotmail.com@dect1608