Por Raúl Hernández Moreno
Después de la exhibida que le dieron a Sergio Guajardo por el robo de 5 millones de pesos que le habría enviado el gobernador de San Luis Potosí –todo lo cual amerita una investigación del próximo gobierno federal, para garantizar imparcialidad, y castigar este desvío de recursos públicos —solo a los militantes ingenuos se les ocurriría aportar cuotas para el sostenimiento del PRI. ¿Para qué se lo roben los dirigentes?
Pero además, el PRI recibe una buena tajada de dinero, vía prerrogativas gubernamentales. Este dinero se debe emplear bien y los dirigentes estatales y municipales podrían mostrar su amor al partido no cobrando un sueldo y destinado las partidas para los gastos operativos. Total si dicen querer mucho al partido, que lo demuestren con hechos.
En todo caso hay muchos militantes que al amparo del poder acumularon cuantiosas fortunas económicas que nunca habrían hecho trabajando de manera decente, ahora les toca ayudar a su partido.
En medio de todo esto, es inconcebible que viendo la tempestad, el PRI la ignora. Después de la lastimosa derrota de hace algunos meses, en vez de abrirse a la militancia y promover su democracia, optó por imponer dirigentes en el PRI, en la CONP y la CNC, lo que provoca el rechazo y por primera vez en la historia del priismo tamaulipeco vimos como la clase política mostró su inconformidad no asistiendo a la toma de protesta de Yahleel Abdala.
Todo este desorden interno del PRI, corrobora que en las próximas elecciones el tricolor será un invitado de palo, que se limitará a ver la competencia entre el PAN y Morena.
Aquí en Nuevo Laredo el PRI esta desahuciado, con cinco derrotas al hilo en el 2012, 2013, 2015, 2016 y 2018. Su voto se ha ido reduciendo de 83 mil en el 2010 a 37 mil en la más reciente elección.
Sigue teniendo un voto cautivo importante, pero insuficiente para ganar y no ha podido ganar porque ha cometido el error de imponer candidatos que tienen el respaldo de uno o varios grupos, pero no del priismo. Otra cosa sería que el partido se democratizara y permitiera que los militantes tomen las decisiones. Eso mejoraría el entusiasmo y las ganas de trabajar.
Esto ocurre en la CNOP, donde las organizaciones son un bloque en torno a su secretario general Benjamín García Marín, lo que ha impedido que se le destituya, y vaya que lo han intentado varias veces sus detractores.
En la CNOP se ha optado por dejar ir a los grupos que no están de acuerdo con esa unidad. Y ahí sigue la CNOP, con mucha o poca gente, pero firme, mientras que a sus detractores les hace falta enlazar sus palabras con la acción, porque presumen una fuerza que jamás han demostrado. Todo es palabrería.