POR JAVIER ROSALES ORTIZ
Claro es que en política y en el amor todo se vale, pero en esta ocasión el candidato presidencial se brincó las trancas y, tal vez sin estar enterado, revive con sus promesas un suceso que empujó a Tamaulipas a nivel nacional y que inclusive rebasó la frontera, porque intentó pegarle donde más le duele a un mexicano, que es su bolsillo.
Que se sepa ahora que va a pisar suelo tamaulipeco y para ello me remonto al año 1992, cuando Ciudad Victoria se colocó en el ojo del huracán durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y, cómo no, si aquí nació un movimiento de resistencia civil que dos meses y medio después culminó con la nacionalización de 75 mil vehículos americanos, tan solo en Tamaulipas.
Todo inició como un juego entre seis reporteros de la capital tamaulipeca que no midieron la dimensión que el movimiento “No al decomiso. Si a la nacionalización”, alcanzaría y lo peligroso que resulta ponerse al tu por tu con un gobierno federal que se mostraba intolerante hacia todo aquello que huele a contrabando.
Era temprano y sentados en un macetero de Palacio de Gobierno, se me ocurrió una idea que los otros cinco comunicadores calificaron de descabellada. “Hey raza. Acaba de anunciar Hacienda el decomiso masivo de vehículos extranjeros. Vamos a armar un movimiento para combinar el periodismo con el servicio social, con el que también debe coquetear la prensa”.
La sugerencia peco de ingenua, pero se le dio para adelante y un día después, sacados de onda y con cierto temor, los seis reporteros se concentraron a un lado del Estadio Marte R. Gómez, donde, con una manta pintada a mano, llamaron la atención de los automovilistas, los que además se mostraban sorprendidos.
Solo nuestros vehículos extranjeros estaban formados en un camellón y con pintura de zapatos algunos que transitaban por el lugar accedieron a que se les colocara la frase “No al decomiso” y la de “Porqué Chihuahua si y Tamaulipas no”.
El reloj marcaba las 10.00 horas y, anonadados, los reporteros fueron testigos de que la caravana de vehículos cuyos propietarios pedían que se les pintara esas leyendas se extendía hasta por siete cuadras.
Así nació el movimiento, que estuvo compuesto por entrevistas en los medios electrónicos he impresos, marchas y caravanas de vehículos en el centro de Ciudad Victoria, bloqueo de carreteras, persecuciones a la policía fiscal que aquí ya operaba, la quema de unidades motrices y plantones frente a la Secretaria de Hacienda local.
Pronto, se integraron al movimiento docenas de periodistas, algunos de los cuales sufrieron amenazas, al grado de que el ex alcalde de Ciudad Victoria, Ramón Durón Ruíz (QEPD), los protegió en su casa para evitar que lastimaran a comunicadores que demandaban algo justo para la comunidad.
Este movimiento se extendió por todo Tamaulipas y luego por los estados de Nuevo León, Veracruz, San Luis Potosí y por otros lugares, donde por desgracia si hubo muertos y lesionados que se resistieron a ser despojados de su modesta unidad motriz.
Pedro Aspe Armella, Secretario de Hacienda en aquellos tiempos, se mostró implacable frente a una posible nacionalización de vehículos, al grado de que cuando visitó Ciudad Victoria una caravana de unidades se colocó a lo largo de cinco kilómetros por ambos lados de la carretera que conduce al aeropuerto, en señal de repudio.
El movimiento culminó con una concentración impresionante en la plaza de Palacio de Gobierno y, horas después, se anunció el “Si” a la nacionalización en todo México.
Que se entere, Usted, José Antonio Meade, candidato de la coalición “Todos por México”, que este movimiento no fue sencillo, pero con esfuerzo arrojó un buen resultado.
Debe saber, también, que en Tamaulipas se agregaron a este movimiento los partidos políticos de aquel entonces, menos el PAN
porque estaba en contra del contrabando, como si los vehículos cruzaran de Estados Unidos a México por el aire o por el agua.
Y que tome en cuenta, además, que miles de tamaulipecos están agradecidos con esta vieja acción, sobre todo aquellos que eran niños en 1992 y que en las concentraciones masivas conducían un carrito de juguete con la leyenda: “No se lo quietes a mi papi”.
Ahora ellos ya son unos jóvenes, pero en su mente seguramente aun navega parte de aquella experiencia que fue única.
Para Usted, si es Presidente de México, puede ser que no sea tan complejo cumplir con la promesa de una nacionalización.
Porque con el bolsillo y la comodidad, no se juega.
Insisto, por eso, en que Usted resultó el más colmilludo.