Por Azahel Jaramillo H.
¿Cómo están? Si algo tenemos los mexicanos es lo fiestero, lo pachaguero. Y a la menor provocación. Lo festejamos todo. Lo mismo si obtenemos un triunfo, una nueva chamba, una victoria deportiva. Y si igualmente no lo logramos de todas maneras hay fandango. Si ganamos, a celebrar…y si perdemos pues igual…hay que disfrutar la vida. “¡En vida, hermano, en vida!”, ya lo dijo en su momento la desaparecida, es decir fallecida, no me mal entiendan, poetisa tampiqueña Ana María Rabatté.
¿A poco no tienen compadres que juegan en la liga libre de fútbol? Se ponen “hapys” con dos promociones de cerveza si ganan el juego más equis, pero igual hay culto a Baco si pierden. Total que la casa… cervecera… nunca pierde.
Festejamos cuando nace el primer hijo, festejamos su bautizo, pero igualmente es costumbre muy extendida sacar las botellas de tequila y brandy, además de contratar un fara-fara y un mariachi si se nos muere un pariente muy querido.
Recuerdo que hace unos años una tarde llegué a la casa de una familia que apenas conocía. En la banqueta había gente tomando. Y ya adentró, en la sala había un nutrido grupo de niños que no vivían en esa casa conversando hasta eso en voz baja… ¿Qué pasa?, pregunté, ¿Hay fiesta? “No”—me respondió un menor de edad—es que se murió mi abuelito y acabamos de llegar del panteón”.
Organizamos fiestas de bienvenida e igual fraternizamos a la hora de las despedidas. Hay “días” de todo: del maestro, del niño, del estudiante, del “adulto mayor”, día internacional de la mujer, de la secretaria, del médico, de la enfermera, del policía, del periodista (es el 4 de enero, ¡apúntenle!), pero también Día de la Libertad de Expresión, el 7 de junio. Y Día el Voceador. ¿Acaparadora la raza del periodismo? ¿Cómo creen?
Hay Día de no fumar, Día del Libro (es el 12 de noviembre), ¡Día de la lucha contra el Sida!, Día de la Santa Cruz, de San Juan y de la virgencita de Guadalupe. Hay Día de la madre, del padre y del compadre. Nomás falta el día del Sancho… y de las “Amigas con derecho”, que ni son novias, ni esposas, ni amantes…nomás “amigovias”. O como dice el José Miguel Mireles: pirujas. Por eso de hablar de la primera, segunda, tercera y cuarta piruja, ya se lo anda cargando el payaso Mireles. Ya hasta en la cámara baja federal pidieron deje su chamba de sub delegado del ISSSTE en Michoacán. ISSTE, por cierto dicen en chunga significa: Inútil Solicitar Servicios Solo Tramitamos Entierros.
¿“Amigovias”?, ya la aceptó esa acepción el Diccionario de la Real Academia Española.
Hay Día del locutor, día del bombero, día del telegrafista (14 de febrero), y hasta día de esa especie en extinción que es el cartero (14 de noviembre) …que para cuando se acaben todos los carteros con esto del avance del hilo telefónico, del videoteléfono y el “e mail”, Facebook, pues podremos inventarnos el “Día del reparador de computadoras”, o para no ser tan sofisticados el “Día del repartidor de pizzas”.
Y es que todos somos importantes. ¿A poco no son gente vital para que funcione esta sociedad, este inmenso valle de la felicidad en que nacemos, crecemos, nos reproducimos, nos hacemos viejitos– primero Dios–, y morimos?
Y señalábamos que es México el país de la fiesta. País donde celebramos la antítesis, es decir todo lo contrario de la vida, que es precisamente la Muerte. El poeta chileno Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura, en su libro de memorias, “Confieso que he vivido”, describe con sorpresa a México:
“México con su nopal y su serpiente, México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y de creación, me cubrió con su sortilegio y su luz sorpresiva.
“Lo recorrí por años enteros de mercado a mercado. Porque México está en los mercados. No está en las guturales canciones de las películas, ni en la falsa charrería de bigote y pistola. México es una tierra de pañalones de color carmín y turquesa fosforescente. México es una tierra de vasijas y cantaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos. México es un campo infinito de magüeyes de tinte azul acero y corona de espinas amarrillas.
“Lo pintoresco envuelve de tal manera los dramas mexicanos que uno vive pasmado ante la alegoría; una alegoría que se aleja más y más de la palpitación intrínseca, del esqueleto sangriento. La acción civil es entrecortada y difícil. El sometimiento adopta diversas corrientes que se estratifican alrededor del trono.
“Pero todo lo mágico surge y resurge siempre en México. Desde un volcán que le comenzó a nacer aun campesino en su pobre huerto, mientras sembraba frijoles. Hasta la desenfrenada búsqueda del esqueleto de Cortés, que según se dice descansa en México con su yelmo de oro cubriendo secularmente el cráneo del conquistador. Y la no menos intensa persecución de los restos del emperador azteca Cuauhtémoc, perdidos desde hace cuatro siglos.
“México vive en mi vida como una pequeña águila equivocada que circula en mis venas. Sólo la muerte le doblegará las alas sobre mi corazón de soldado dormido”, escribió Neruda.
Y como bien dice esa canción interpretada por Eugenia León, con la cual ganó el Festival Internacional de la Canción, OTI, en Sevilla España. “El fandango aquí”, de Marcial Alejandro:
“Suena una nota de flauta rota/que quiere caracolear/unos pedazos de castañuela/
que solo saben sonar/cualquiera sabe reír/aunque le toque sufrir/
y un volado deja jugado/el hoyo para morir”.
México, país del fandango, de la fiesta. ¿Qué no? ¡no sea usted un “aguafiestas”!
En estos días se sigue recordando a Alberto Aguilera Valadez (Parácuaro, Michoacán; 7 de enero de 1950-Santa Mónica, California; 28 de agosto de 2016), más conocido como Juan Gabriel, fue un cantante, compositor, productor discográfico, filántropo y actor mexicano, conocido también con el apodo de “El Divo de Juárez”.
Se dice que son notables sus contribuciones a la música popular en español en diferentes géneros como balada, ranchera, bolero, pop, y música norteña.
Juan Gabriel falleció a los 66 años a causa de un infarto de miocardio en Santa Mónica, California, Estados Unidos.
Dice Wikipedia que con tan solo 5 años de edad, Alberto ingresó como interno a la Escuela de Mejoramiento Social para Menores 7 (en el edificio que es hoy el Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez), donde permaneció ocho años, situación determinante en su vida, alejado de su madre y en un mundo desconocido para él. NOS VEMOS.