Por Raúl Hernández Moreno
Lo que tanto temía el Chapulín Colorado está ocurriendo: el pánico ha contaminado a muchos que están aterrorizados con la posibilidad de enfermarse con el Covid-19 y le exageran. La exageración ésta bien, siempre y cuando no afecte. Pero en su apanicamiento mucha gente está peor que Howard Hughes, pero sin el dinero que este tenía y por eso podía darse el lujo de vivir encapsulado y exigir a los que tenían contacto con él que estuvieran descontaminados.
Resulta de lo más absurdo que la Coepris haya implementado la prohibición en los supermercados de la venta de artículos de limpieza personal, ropa, juguetes, productos para bebé, electrodomésticos, entre otros, dizque por no ser esenciales. Seguramente, la orden provino de algún ciudadano francés poco afecto al aseo personal y si él puede aguantarse una semana sin bañarse, cree que los demás pueden hacer lo mismo. Todos los días en alguna casa se descompone la licuadora, el micro hondas, se funde un foco. Otro padre de familia hoy no puede soportar ver a su hijo con el calzón balaceado y ha decidido que es hora de reemplazarlo por uno nuevo.
Afortunadamente horas después la medida fue descartada por la propia Coepris y las mamás podrán seguir comprando pañales desechables para cambiar a su bebé. Los de tela reciclable ya no se usan, señores de Coepris, por si no estaban enterados. Salvo que si lo estaban, pero la prohibición tenía otro sentido.
Y en medio de este confinamiento obligatorio en el que a los niños no se les saca ni al patio, a que vean la luz del día, comprarles un juguete es una muestra de lo mucho que se les quiere. Es la hora de la convivencia y juntos armar un rompecabezas. No priven de esos pequeños momentos ni a los niños ni a los padres.
Está bien que las autoridades médicas apliquen medidas que ayuden a reducir los contagios, pero malo que en esas decisiones intervengan gentes sin experiencia científica, Además, una cosa es que prohíban tal y cual acción, pero deben ofrecer alternativas a los afectados.
Para este domingo se anuncia que queda prohibido el transporte público. Habrá que ver si los funcionarios acuden en sus automóviles a los domicilios de quienes no tienen carro, para llevarlos a sus lugares de trabajo. Porque no es correcto que miles de ciudadanos caminen varios kilómetros y se expongan a contagiarse. ¿Qué culpa tienen los doctores enfermeros, camilleros que por un lado tienen que salir a atender a los enfermos y por el otro, se da el caso que no tienen coche para moverse? Y nunca se han quejado por la falta de vehículo, porque sabe que pueden moverse en camión.
Hasta ahora la sociedad ha sido muy solidaria en esta crisis, como en otras contingencias de nuestra historia reciente. Y hay quienes han sido solidarios compartiendo lo poco que tienen. Ya tenemos mes y medio de confinamiento y ni ha sido nada fácil. Bien harían las autoridades en no tomar medidas que no estén sustentadas en la ciencia. No se trata de improvisar para ver qué sucede. No somos conejillos de laboratorio.