
Por Raúl Hernández Moreno
En 1986, para la campaña de Heberto Villarreal García como candidato a presidente municipal, el PRI le organizó el mega-gallo más grande en la historia de este puerto fronterizo: más de 2,800 vehículos, entre los que hubo carros, camionetas, camiones urbanos, tráileres, motocicletas. El último vehículo tardo varias horas para incorporarse a la columna.
En 1997, en el proceso interno para escoger candidato a la gubernatura, Tomás Yarrington, reunió más de 50 mil asistentes en un concierto amenizado por el grupero Bobby Pulido.
Años después, en el 2013, para el cierre de campaña de Carlos Montiel se organizó una breve caminata que reunió a más de 25 mil militantes y simpatizantes, la mayoría de los cuales vistió una prenda blanca, porque se envió el mensaje de que Nuevo Laredo quería vivir en paz.
Durante muchos años, décadas, el PRI fue una aplanadora que en elecciones ganaba por la buena o por la mala y sin cuidar las formas.
En 1983, el día de la elección de presidente municipal, el periódico de mayor circulación en la ciudad sacó a las calles una edición extra, a eso de las 15.30 horas, en la que informaba que el candidato del PRI había ganado de una manera dramática pues en las primeras horas del día iba ganando el candidato del PAN, al mediodía la votación estaba empatada y en las últimas horas del día el PRI había logrado imponerse. Todo esto cuando faltaban más de dos horas para el cierre de las casillas. ¡Bendita libertad de expresión!
Esa organización y poder de movilización, esa fuerza aplastante que fue el PRI en el pasado, ya es historia.
Para el registro de los 22 candidatos a diputados locales en el actual proceso electoral, tres enviados del PRI se presentaron en las instalaciones del Consejo General del Instituto Electoral de Tamaulipas para registrarlos en masa.
Ya no hay dinero ni formas para obligar a la militancia a abandonar varias horas su trabajo y acompañar a los candidatos a su registro. Dejar la asistencia a la libre voluntad de los militantes los expondría a que unos pocos atendieran el llamado.
¡Adiós aplanadora!
En otro tema, al diputado Glafiro Salinas se le ocurrió decir que “cuando nos pregunten si nos faltan seis meses para terminar, mejor pregúntenos si nos faltan seis meses para convertirnos en la mejor legislatura en la historia de Tamaulipas, que para allá estamos enfilados” y los memes no se hicieron esperar. Glafiro se convirtió en tema de chunga.
¡Se la bañó! Glafiro se cree buen legislador, pero no consiguió que su partido lo apoyará para reelegirse.
Si ahora sale con que no quiso… por favor.
No corresponde a la legislatura actual arrojarse confeti. Eso es arrogancia. El diputado Glafiro debe serenarse. Está bien que disfrute las mieles del poder, pero de eso a hacer este tipo de declaraciones, hay mucha diferencia. Son excesos innecesarios.