
Por Raúl Hernández Moreno
Ya se hizo una costumbre que después de un debate, todos los participantes se declaran ganadores.
Y lo cierto es que el segundo debate presidencial fue decepcionante y mostró la mediocridad del proceso electoral.
Los mexicanos no vamos a elegir al mejor candidato, sino al menos malo.
Es increíble que las propuestas de los candidatos se limiten a decir que van a hacer bien las cosas, pero no explican cómo. Y lo peor es que creen que porque ellos dicen que van a hacer bien las cosas, les tenemos que creer.
Pero lo mismo nos dijo Vicente Fox y le falló al país; lo mismo dijo Felipe Calderón y falló; lo mismo dijo Enrique Peña y falló.
En realidad todos los candidatos dicen lo mismo.
El segundo debate fue aburrido, Anaya y AMLO le dieron la vuelta a las preguntas, cantinflearon: por su parte, Meade ya enloqueció y se cree un genio. Y el Bronco es el bufón de la campaña.
Dentro de una semana estarán listas las encuestas después del debate y si AMLO conserva sus 48 puntos, la elección ya estará decidida. Como de hecho ya lo está para personajes como José Antonio Sola que lo dijo en febrero; como Héctor Aguilar Camin, que lo dijo que marzo; como Enrique Krauze que lo dijo a principios de mayo.
O como lo dijo Roy Campos hace tres semanas: que si las elecciones fuesen en ese momento, Morena ganaría la presidencia de la república, todas las gubernaturas y la mayoría en el Senado y la Cámara de Diputados.
Hay que recordar que en 1994 todo mundo vio como ganador del debate a Diego Fernández y perdió; y en el 2012, todo mundo vio ganador a Gabriel Quadri y perdió. Con ese antecedente ¿no sería mejor no declararse ganador del debate del domingo 20? Digo, para que no les caiga la maldición de Diego y Quadri.
Y después del debate vimos a un Ricardo Anaya quejarse de que AMLO le dijo riquí, riquín, gandallín, cuando él y Meade se la han pasado insultando al tabasqueño. Imagínese si AMLO se quejara de las burlas que le hacen Anaya y Meade, nunca terminaría de exponer caso por caso.
Quizá lo mejor del debate haya sido la propuesta de Jaime Rodríguez para que AMLO y Meade se dieran la mano, imagen que no pudimos ver porque a los productores no les pareció interesante, o se les paso por bobos, y omitieron la escena.
Nos parece bien el apretón de manos entre los dos candidatos porque en la política hay adversarios, no enemigos. Y como tales se están viendo Anaya, Meade y AMLO. Y el problema es que quieren arrastrar a sus simpatizantes a que actúen igual.
Los simpatizantes se pelean, la elección pasa y los ex candidatos se vuelven cuates y hasta cómplices. Ahí está el caso de Vicente Fox apoyando a Enrique Peña.