Raúl Hernández Moreno
¿Qué hubiera pasado si el PRI hubiese perdido la elección en el Estado de México? Lo habría aceptado y no emitiría queja alguna. Habría reconocido la derrota, como los meros machos.
En el 2013, cuando se confirmó el triunfo de Carlos Canturosas, tres horas después de cerradas las casillas, el dirigente local del PRI, José Ramos Zapata, le sugirió al candidato perdedor, Carlos Montiel, salir a dar un mensaje a los medios de comunicación y a los militantes, para denunciar que la elección estuvo plagada de irregularidades.
Montiel dio su mensaje, pero se limitó a reconocer su derrota y agradecer el voto de los militantes. No lloriqueó.
En el 2000 y en el 2006, Francisco Labastida y Roberto Madrazo reconocieron su derrota inmediatamente después de ocurrida y así ha pasado en gobiernos estatales y municipales en donde al PRI le ha tocado cargar con la derrota.
Si la votación del Estado de México hubiese favorecido a la candidata de Morena, Delfina Gómez, el candidato del PRI, Alfredo del Mazo lo habría reconocido.
En el Estado de México, Andrés Manuel López Obrador, el principal perdedor, no reconoce la derrota de Morena y alega fraude. En el 2015, cuando Morena ganó varias delegaciones en la Ciudad de México, ahí no habló de fraude sino de un proceso democrático.
En Coahuila, Guillermo Anaya, y con él Ricardo Anaya, Margarita Zavala, Felipe Calderón, entre otros, se han convertido en imitadores de López Obrador.
En el conteo de votos, el candidato del PRI supera al del PAN por una diferencia de 1.5 por ciento, el triple de la diferencia entre Felipe Calderón y López Obrador en el 2006, porcentaje que en su momento en panismo catalogó como suficiente para ganar y hasta dijeron que con un voto de diferencia bastaba.
Ahora resulta que si Morena y el PAN ganan elecciones es porque fue un proceso democrático y si pierden es porque les hicieron fraude.
Interesante sería ver que el PAN pidiese la anulación de las elecciones en Nayarit y Veracruz, bajo el argumento de que fueron fraudulentas y no quieren ensuciarse las manos con triunfos obtenidos de esa manera.
En el caso del Estado de México hay analistas que especulan que el más interesado en que Morena perdiese, es el propio López Obrador pues de esta manera tendrá razones para estar moliendo de aquí a 2018 con que hubo fraude y que le van a hacer fraude en el 2018. Se está vacunando, quiere justificarse desde ahora para ante la derrota, buscar la presidencia de la república en el 2024 y luego en el 2030. A fin de cuentas eso le permitirá seguir al frente de Morena y vivir como rico a costillas del financiamiento público. Así hasta da gusto recorrer el país, a costa del erario público.
Si se eliminasen los subsidios a los partidos, López Obrador inmediatamente abandonaría la búsqueda de la presidencia, con el argumento de estar cansado, cuando en realidad lo haría porque no le va a meter dinero suyo a un proyecto que cada vez se complica más. Y se ha complicado por su cerrazón, por cercanía con Nicolás Maduro, por su populismo y por muchos vicios más.