Raúl Hernández Moreno
Si usted es mujer, o le gusta todo eso de la equidad de género y el empoderamiento de la mujer, entonces le interesará saber que en México estamos muy lejos de tener una igualdad de oportunidades en la administración pública.
Así, de los 500 escaños en la Cámara de Diputados, 288 corresponden a hombres y 212 mujeres. Hay que recordar que a la hora de la elección los partidos acataron la regla de postular 50 por ciento de posiciones para hombres y el resto para mujeres, pero 38 damas perdieron en las urnas.
En la Cámara de Senadores, de 128 escaños, 46 son mujeres.
En los congresos estatales, hay una mujer por cada dos hombres, en total el 34.6 por ciento. En las regidurías, es igual, el 35.1 son mujeres, el resto varones.
En la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las mujeres representan el 18.2 por ciento, en tanto que en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, representan el 14.3 por ciento.
En las Secretarías de Estado, son el 11.1 por ciento; de los más de dos mil 400 municipios que hay en el país, solo el 9.4 por ciento son mujeres y en las gubernaturas, el 3.1 por ciento.
En la administración pública los puestos de dirección ocupados por mujeres son el 22 por ciento. Claro, todos estos avances se han logrado en los últimos 40 años, han sido avances paulatinos, pero constantes.
Más allá de leyes y reglas, las mujeres deben ganar espacios en la administración pública, y en cualquier actividad, no por ser mujeres, sino por capacidad. Y cuando esta capacidad se demuestra, hay que valorarla y reconocerlo.
La equidad de género en ocasiones se presta para abusos y por eso cada vez son más las voces que piden reivindicar los derechos de los hombres en materia política y aún en muchas otras áreas. Las mujeres tienen derechos, pero también los hombres y así como un hombre puede cederle su lugar en un camión urbano a una mujer, igual puede hacer una mujer cuando enfrente tiene a un hombre con una discapacidad física. Eso no le quita feminismo, al contrario, la hace más interesante.
Aún se recuerda que el activista político Alvaro Fernández durante muchos años buscó ser regidor en el PRI y lo más que obtuvo fue suplencias, pues aunque lograba ser palomeado en la lista de aspirantes, al final lo dejaban fuera porque por razones de equidad de género en su lugar entraba una mujer que terminaba convertida en una simple gestora social, pero con un sueldo exorbitante.
Si más adelante México logra tener una presidenta como AngelaMarkel o Margaret Thatcher, los mexicanos quedaríamos encantados y las adoraríamos igual que los alemanes a Markel o los ingleses a Thatcher. Muy diferente es que de pronto surjan personajes como Vicente Fox o Felipe Calderón queriendo imponer a sus mujeres. Nada más falta que Enrique Peña quiere hacer lo mismo con su mujer. Eso no es empoderamiento de la mujer. Más bien es machismo pueblerino.