
Por Raúl Hernández Moreno.
Como cada seis años las campañas políticas se convierten en un mercado donde abundan las ofertas maravillosas.
Es como si de pronto un comercio anunciara que en la compra de una laptop van a regalar un coche del año. O si en la compra de un celular, recibirá gratis un departamento de lujo en Cancún.
Así están los candidatos con sus ofertas, desde el que asegura que va a terminar con la corrupción, el que ofrece 3 mil 600 pesos a los jóvenes que ni estudian ni trabajan o el que anuncia que para el próximo año nadie se va a quedar con hambre.
Nombre, los tres candidatos que hay en este momento son unos genios surgidos de una lámpara.
El problema es que el ciudadano no les cree nada.
Y es que como vamos a creerle al que dice que va a acabar con la corrupción si aparece al lado de Manuel Cavazos, interviene para liberar a Elba Esther Gordillo, se reúne con Emilio Gamboa y Romero Deschamps.
Tampoco se le puede creer al que anuncia que le va a regalar dinero a los ninis, pero no el de su bolsa sino el del erario. Y además se siente tan poderoso que basta con que pose su mano en la cabeza de cualquier delincuente de cuello blanco para convertirlo en gente decente.
Al rato Carlos Salinas le va a pedir hacer las paces, él lo va a recibir animado – como recibió a Manuel Bartlett, Alfonso Romo y al nieto de Elba Esther– y va a decir que ya se volvió gente buena.
Y el gandalla nos quiere convencer que ganando él, el próximo año nadie se quedará sin hambre. Va entrar a gobernar el 1 de diciembre, en el supuesto de que gane, y antes de cuatro semanas se acabara la pobreza de más de 50 millones de mexicanos que padecen un hambre eterna.
Total que tenemos tres candidatos que son demagogos, populistas, mentirosos, que quieren el poder por el poder y que en el mejor de los casos garantizan que si ganan la elección, el país seguirá igual que hasta ahora. No vamos a avanzar, pero tampoco vamos a rezagarnos. Bonito consuelo.
Y el hecho de que más adelante se sumen como candidatos presidenciales Jaime Rodríguez, Margarita Zavala y Armando Ríos Piter, no aporta nada interesante, pues los tres se ostentan como independientes, pero antes militaron en partidos políticos.
Con tan pobre oferta electoral se antoja difícil que la ciudadanía salga a votar en masa. Imposible pensar en una participación del 77 por ciento, como ocurrió en 1994. Y es qué, ¿para qué votar, si todo va a seguir igual? ¿Y por quién votar?
Solo un ingenuo puede pensar que Andrés Manuel podría transformar al país en seis años. El país requiere de planes a largo plazo, de entre 20 y 30 años, por lo menos, para que haya continuidad en las políticas públicas. El problema es que cada mandatario que llega reinventa al país y terminamos avanzando dos pasos para adelante y uno para atrás, y a veces hasta dos o tres. Por eso el país está estancado.