Por Raúl Hernández Moreno
El historiador Pedro Salmerón calificó de “jóvenes valientes” a los guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, responsables de la muerte del empresario Eugenio Garza Sada, ocurrido hace 46 años y desató una andanada de críticas en contra.
Lo que debiera ser una invitación a revisar la historia de uno de los pasajes más obscuros del México de los setentas del siglo XX, se convirtió en un linchamiento mediático.
La guerrilla es un tema abordado en cientos de libros. Hay sitios digitales que reportan una bibliografía de más de 350 títulos, desde estudios serios, hasta novelas escritas por ex guerrilleros y panfletos redactados a solicitud del gobierno, como El Guerrillero y Qué poca mad… donde se denota a los movimientos armados, que operaron tanto en la zona rural como urbana.
Tan solo en la década de los setentas en México operó una treintena de grupos guerrilleros, entre los que destacaron la Liga Comunista 23 de Septiembre y los grupos de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas.
El general Arturo Acosta Chaparro, uno de los responsables de combatir a los grupos subversivos, publicó un libro en 1990 en el que identifica a 29 células con 1,860 integrantes.
Para combatirlos el gobierno uso a la Dirección Federal de Seguridad, a la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, al ejército, a la Brigada Blanca y a todos los cuerpos policiacos. Se les dio carta blanca para reprimir y acabar la guerrilla y lo lograron. Cientos de jóvenes, y aún adultos, fueron torturados para obligarlos a delatar a sus compañeros o a aceptar culpas ajenas y muchos terminaron muertos, incluyendo víctimas cuyo delito era ser familiar de un guerrillero.
Muchos de los integrantes de la guerrilla eran estudiantes universitarios y obreros como Hilario Juárez García, un ferrocarrilero avecindado en Nuevo Laredo que participó en el operativo en el que murió Eugenio Garza Sada y del cual jamás se volvió a saber de él, después del trágico desenlace.
Juárez García, como miles de jóvenes, se sumó a la guerrilla al ver la represión del gobierno en 1968 y 1971. Después de esas masacres, estaban convencidos de que el país cambiaría solo mediante un movimiento armado. Ingenuamente creyeron que el pueblo se sumaría, pero no fue así.
Cuando ocurrió lo de Garza Sada, a Nuevo Laredo llegó Miguel Nazar Haro, entonces Subdirector de la DFS. Fueron arrestados, sin orden de aprehensión, muchas personas, entre ellas el profesor Encarnación Naranjo, y torturados para obligarlos a confesar delitos que no cometieron.
En el atentado, murió don Eugenio, Bernardo Chapa y Modesto Hernández, en tanto que hubo dos bajas de parte de los guerrilleros. Uno de ellos fue Javier Rodríguez Torres, de Nuevo Laredo. El otro, Anselmo Herrera.
Como resultado de las pesquisas oficiales finalmente se enjuició a nueve personas, entre ellas el neolaredense, profesor Crecencio Gloria Martínez, que permaneció preso cinco años en el penal de Tipo Chico, hasta ser liberado en 1978 por una ley de amnistía.
Elías Orozco Chávez, originario de Comales, Camargo, quien participó en el operativo, ha declarado que de los nueve encarcelados, solo él y Miguel Torres Enríquez, tuvieron responsabilidad; los otros siete fueron involucrados injustamente.
Otro de los detenidos, Armando Iracheta Lozano, convenció a sus compañeros para escribir el libro Expediente 211/73. Un proceso excepcional. Todos culpables, en el que postulan su inocencia y se quejan de los abusos del gobierno.
Los expedientes de la DFS que están desclasificados y a disposición de los investigadores en el Archivo General de la Nación reportan que en sus investigaciones encontraron una lista de posibles secuestrables, entre ellos Isidro González Saldaña, entonces Administrador de la Aduana de Nuevo Laredo y varios integrantes de la familia Longoria.
Lo más sorprendente del caso Eugenio Garza Sada es que desde un año y medio a antes de que ocurriera el atentado, la Dirección Federal de Seguridad con sede en Monterrey, remitió a sus jefes centrales, un reporte de que la guerrilla tenía previsto realizar el secuestro.
Y el gobierno no hizo nada.
Salvador Borrego, quien fue director de la cadena de periódicos del general García Valseca, escribió un libro en el que sugiere la teoría de que Garza Sada pretendía comprar la citada cadena, que estaba en quiebra, y cuya negociación estaba en trámite días antes del fallido secuestro.
Elías Orozco ha dicho que pretendían obtener 5 millones de pesos para financiar a la Liga y conseguir que la prensa difundiera algunos mensajes. La idea era capturalo vivo, pero el operativo se salió de control.
Se sabe que Garza Sada no era partidario de negociar con delincuentes y que había dicho a sus familiares que si lo llegabas a secuestrar, no pagaran rescate por él.