Por Raúl Hernández Moreno
Extremadamente ridículo se ve el Presidente Andrés Manuel López Obrador al promover las gasolineras que ofrecen los precios más bajos del mercado.
Para empezar vivimos en una economía de mercado abierta, en la que la ley de la oferta y la demanda establecen los precios. No hay control de precios de ningún producto. Y qué bueno.
Los gasolineros están en libertad de vender el litro de combustible al precio que quieran y los consumidores estamos en libertad de decidir dónde compramos.
Es absurdo, y poco inteligente, promover una gasolinera de Puebla que está cerrada desde hace dos años; si estuviera abierta, el ahorro sería de unos pocos centavos por tanque; y además, si funcionara le beneficiaría a los que viven en esa ciudad, pero no a los que vivimos a cientos de kilómetros de distancia.
Seguramente más de un simpatizante de López Obrador pensó que al llegar al poder imitaría a su héroe Nicolás Maduro y bajaría el precio de la gasolina a lo que vale en Venezuela; 10 centavos el litro, 4 pesos por 40 litros. Claro, con esos precios el gobierno dejaría de recibir miles de millones de pesos que hoy se destinan a programas clientelares, disfrazados de apoyos sociales. En vez de repartir dádivas, debe promover la generación de más y mejores empleos, con salarios que permitan al trabajador prescindir de becas y despensas. Pensar que con 15 mil pesos anuales, o 2,550 cada dos meses, una familia salió de la pobreza, es absurdo. Para eso se necesitan más inversiones, pero el gobierno no genera las condiciones necesarias para ello. Con AMLO cada vez estamos peor.
En otro tema, en el segundo día de campaña los candidatos hacen su mejor esfuerzo por convencer a los ciudadanos.
Esto apenas empieza y habrá que darle tiempo al tiempo. Los equipos de campaña publicitan fotos y videos donde el candidato está rodeado de decenas de simpatizantes y con ello nos quieren hacer creer que la campaña despierta entusiasmo. Y es verdad, despierta entusiasmo entre los que participan en la campaña. Fuera de ese círculo otro es el ambiente.
Es común, también, auto-engañarse al tocar una puerta, la dueña o el dueño, les abre, les responde al saludo, les recibe alguna propaganda y el candidato se va convencido de que ya se ganó el voto de ese ciudadano. Pasan por alto el detalle de que la educación obliga a responder a quien nos saluda, pero de ahí a que ese ciudadano vote y encima le dé el voto, hay mucha diferencia.
La forma de hacer política cambia de manera constante. Visitar casa por casa, hacer mítines con cientos y miles de simpatizantes, las llamadas telefónicas, el voto corporativo, las redes ciudadanas, la publicidad en redes sociales o medios tradicionales, descalificar al contrario, son estrategias que forman parte de una campaña, pero no se puede respaldar en una sola, sino en todas, y en muchas otras.