Por Pegaso
¡Cómo quisiera que los destos se pudieran quitar y poner a voluntad!
Así, el Presidente de El Salvador Nayib Bukele podría prestarle un rato los suyos a nuestro Pejidente ALMO para atacar con todo el poder del Estado a los delincuentes que aterrorizan a la población civil y amenazan con frenar la actividad productiva.
Se le está yendo el país de las manos al cabecita de algodón y lo peor: No sabe qué hacer.
La Confederación Nacional de Cámaras de Comercio (CONCANACO) lanzó un exhorto al Peje del Ejecutivo para que se ponga las pilas, ya que los hechos violentos de las últimas horas en diversas regiones del país, ha provocado pérdidas millonarias para el sector comercio.
Tan solo con la quema de más de 30 tiendas de conveniencia, era para parar las antenas y hacer algo en contra de los que ejercen violencia.
Se dice en un meme, no estoy seguro que esa sea la explicación, que fue el propio ALMO quien pidió a sus cuatachos que incendiaran el país, como una cortina de humo para meter a chaleco una reforma que entregue la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.
De cualquier modo, es necesario hacer algo. No se vale no hacer nada.
Ya de por sí, al tolerar y hasta apapachar a los delincuentes se puede configurar como un delito de traición a la Patria, ¿cuánto más será si se confirma que la orden de alterar la paz social salió de Palacio Nacional?
Nos quedamos con esa reflexión. Por lo pronto, quiero aclarar el significado ontológico de la frase “los destos”.
El mexicano, por costumbre, tradición o no sé qué, suele transfigurar, fusionar o mutilar las palabras para darles un significado a veces claro, a veces confuso.
Una de esas palabras es “los destos”, con algunas variantes, como “las destas”. Su uso se extiende más al caló, una especie de dialecto urbano propio de las clases bajas de las zonas urbanas, como la Ciudad de México y otras.
Tras esta breve lección gramatical, reitero mi punto de vista en el sentido de que el país atraviesa una crisis de seguridad como nunca se había visto antes, y amenaza con extenderse.
El Pejidente ALMO está al filo de la historia. Su ambición ha sido siempre que se le recuerde como un patriota, a la altura de Hidalgo y Morelos, o como un destacado estadista, como lo fueron Juárez y Bolívar, para salir en los libros de texto y que se le construyan monumentos en plazas públicas y escuelas.
Por el contrario, si no sabe resolver esta crisis, si continúa con el sospechosismo de tener un acuerdo con los grupos criminales, si lleva a cabo la militarización del país y al rato establece una dictadura en México, pasará a la historia como el peor presidente que ha tenido nuestro país.
No basta que tenga el apoyo de la mayoría de los mexicanos. Éstos, al rato, cuando se les pegue en el bolsillo con la carestía de los productos básicos y los apoyos que les hace llegar se conviertan en nada, le darán la espalda, como ya ha ocurrido con tantos y tantos populistas.
Es el momento de tomar una decisión, como dice el refrán estilo Pegaso: “¿Permaneces con Cucumis melo o con Citrullus lanatus?” (¿Estás con melón, o con sandía?).