LUPITA TORRES / LA RED DE ALTAMIRA
TAMPICO.- Fe y fervor se perciben en los rostros, gestos y ademanes de las personas que acuden a la iglesia… Algunos para agradecer, otros para apoyar y algunos más para pedir, pero la plegaria gira casi siempre en torno a la familia, a la situación económica y desde hace poco más de dos años, al covid.
“Viene más gente pero entra y sale, no a misa, tal vez con prisa para ir al trabajo, veo rostros que hace unos meses no veía pero ha cambiado la manera de orar, ahora las personas agradecen más, no piden tanto, como que la la pandemia ha humanizado un poco más a la gente, se nota por su gesto más tranquilo en la cara”, señaló don Rubén, encargado de “las chambitas” que se hacen en el transcurso del día, en su iglesia ubicada en la zona norte.
En la Catedral, que se ubica en la zona centro, los feligreses tampoco “hacen escala” por mucho tiempo, entran, saludan con reverencia a la imagen de su devoción, encienden una veladora o depositan alguna moneda en las urnas, o hacen ambas cosas y durante unos minutos se detienen con los ojos cerrados ante la divinidad.
Tras recitar un breve texto evidentemente memorizado, entre dientes, tocan con su mano la imagen adorada, en seguida pasan la misma mano por su cabeza y su pecho con la certeza de que así van a proteger su persona y se retiran a continuar con su día.
Sin embargo, también se puede ver a los más jóvenes un tanto ansiosos, como Cristina de 22 años de edad, sentada en una de las bancas distribuidas por el templo, con las manos entrelazadas sobre su bolso, acomodado en su regazo, dirigía su mirada hacia la figura principal, ubicada al fondo del salón de rezo. Durante un breve intercambio de palabras, comentó sobre su petición.
“Estoy un poco desesperada porque no consigo un buen trabajo, no estoy detenida, ahorita me dieron empleo en un negocio pero aspiro a un poco más y sé que mi fe es tan grande que pronto lo voy a conseguir, estoy agradecida con lo que tengo en este momento, pero sé que puedo dar más y ganar más, por eso le pido a Dios que me dé la oportunidad de demostrarlo… a eso vine también, además de rezar por mi familia”.
La jovencita sencillamente vestida pero pulcra y decidida se retira porque dice, está a punto de empezar su horario de trabajo.
Por su parte doña Luisa, una persona de la tercera edad que dijo ser asidua visitante a “la casa de Dios” refleja en su rostro la paz y felicidad que brinda el estar sana y agradecida por todo lo que ha recibido a lo largo de 72 años de vida.
“Eso es lo que importa, que estoy sana, que estoy viva, que mi padre celestial pone todo en su lugar y toda su maravillosa creación la pone a disposición de nosotros, sus hijos… Yo estoy muy agradecida con Él, por la vida que me ha dado y si tengo alguna enfermedad, también la agradezco porque eso me hace valorar más estar viva y disfrutando a mis nietos, lo que importa es vivir, la vida es la mejor lección y hay que aprovecharla”.
A doña Luisa jamás la abandonó esa paz que brotaba de su ser aún y cuando interrumpió su oración para saludar, momento que aproveché para ver de cerca su rostro marcado por surcos de la edad y por la interminable sonrisa que la acompañó durante nuestra breve conversación.