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Por Mario Vargas Suárez
Muchos son los círculos donde el tema central es la reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto ha sido polémico. También son varios los contextos donde los maestros de México han sido sacrificados con descalificaciones por su labor profesional.
Reconozco a un sinnúmero de participantes en este tema que pudieran o no, estar familiarizados con el acontecer en las aulas, antes y durante de la administración presidencial del de Atlacomulco, Enrique Peña.
Incluso actores indirectos y muy directos de la aplicación de la reforma peñista, como en el caso del defeño, extitular de la Secretaría de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, el que no sabe ‘ler’, está siendo recriminado por los adversarios electorales cuando lo acusan de haber despilfarrado miles de millones de pesos en campañas que publicitaron la citada reforma educativa.
El tema no podía obviarse en el transcurso de las presentes campañas electorales y tanto el discurso de los candidatos de la coalición Todos por México, del PRI-VERDE-PANAL, como sus representantes, otras alianzas partidistas y hasta los dos candidatos independientes que apoyan la reforma peñista, pareciera que desconocen o de plano ignoran el tema real de la “reforma”.
El discurso presidencial ayer, Día del Maestro, deja en claro que la rectoría de la educación en México era lo que el ejecutivo quería lograr y se disfrazó con varios subtemas: el modelo educativo que, por cierto, se identificó era propuesta desde principios del siglo; también de la capacitación y actualización docente y el nuevo marco de estímulos para los maestros.
Sin error, puedo asegurar que lo central del Enrique Peña Nieto era tener la libertad de nombrar a sus funcionarios en educación en todos los niveles, porque la habilidad de Elba Esther Gordillo Morales le había llevado al control político y hasta financiero no solo de SEP, sino de otras secretarias de estado, incluyendo la dirección general del ISSSTE.
La chiapaneca Elba Esther no limitó su poder al gabinete del Ejecutivo, sino que influyó en la elección de varios candidatos al gobierno de entidades federativas. No falta quien afirme que el sucesor de Enrique Peña en EDOMEX, Eruviel Ávila Villegas (2011-2017) fue impuesto por la maestra, porque Peña quería heredarle la Silla a su primo, Alfredo del Mazo Maza, quién finalmente llegó en una dudosa elección (2017-2023).
En Tamaulipas fue un “secreto a voces” cuando se filtró en redes sociales un audio donde se identificaron las voces de La Maestra y el gobernador de ojitos verdes, ahora en Tamatán, donde ella da instrucciones para que la votación presidencial favorezca al panista Felipe Calderón Hinojosa.
Imagino que solo pensar en sacar a Gordillo de la política mexicana era una odisea, era “un trompo que no cabía en ninguna uña”, pues el sistema tuvo miedo de un levantamiento no solo magisterial, sino que terminara en uno nacional, por ello se recurrió al gasto excesivo de publicidad que justificaran la reforma educativa.
La sorpresa es que el mismo Estado Mexicano al apresar a Elba Esther Gordillo en Toluca, ese febrero del 2013 y remitirla primero a la cárcel de mujeres de Santa Martha Acatitla y luego trasladada a Tepepan, ambos en la CDMX, el magisterio se mantuvo impávido.
Los maestros de México no movieron ni un ápice, aunque desde entonces, han aguantado las embestidas del gobierno, cuando los han tachado de vende-plazas, ‘aviadores’, impreparados y reprobones. Que por cierto, ya se van los peñistas y las evaluaciones internacionales siguen reprobando a los niños mexicanos. ¿Cuál reforma?
Ayer, Día del Maestro, los discursos sindicales y oficiales parecían cascadas de reconocimientos y alabanzas en favor de los mentores, “…ejemplos de sus alumnos… próceres del saber… mártires del pizarrón… inminente ejército de hombres y mujeres nobles…” y todos los epítetos que le vengan a la mente, fueron en favor de los maestros.
Estoy de acuerdo en que el estado recobre la rectoría de la educación en México. No solo porque esto se había convertido en cotos del poder político en el país, sino porque el marco normativo de la educación así lo determina.
Lo único que deben tener en cuenta los candidatos y futuros funcionarios de esta importante área, es el respeto a la profesión y a quienes la ejercen, con o sin título normalista.