por Kenia López Rabadan
Las defunciones debido a la pandemia, la crisis económica y los problemas de inseguridad que se viven en México, han dejado al descubierto la ineficiencia y la falta de talento del gabinete de López Obrador. Por lo que, ante la caída de la popularidad del presidente, éste se ha tenido que allegar del proceso en contra del exdirector de Pemex Emilio Lozoya, como distractor de los temas trascendentes en medio de la pandemia.
Cabe recordar que los abogados defensores de Lozoya, solicitaron un criterio de oportunidad para que la autoridad ministerial no ejerza acción penal en su contra. A cambio, me hace suponer, ofreció decir lo que sea, como sea, cuando sea, aunque no haya congruencia ni lógica en sus dichos.
Como si la situación en nuestro país estuviera para un circo, esta semana desde la palestra de sus mañaneras, el presidente López Obrador señaló que “se debe de conocer toda la denuncia del señor Lozoya”. Es muy interesante cómo el primer mandatario de este país no ha exigido lo mismo para tener información y así disminuir las muertes en nuestro país. Por ejemplo, no ha exigido que se comunique en redes sociales y en televisión, una estrategia de concientización del uso de cubrebocas, lo que podría generar menos contagios y más vidas. Pareciera que al presidente eso no le importa, lo que le importa es el circo, no la vida de los mexicanos.
Lozoya, quien no perdamos de vista, está acusado de múltiples delitos y tiene un patrimonio imposible de construir de manera legal con sus ingresos como servidor público, ahora pareciera ser la guía de este gobierno, es algo lamentable para la justicia en este país, pero sobre todo para los ciudadanos. Todo indica que Lozoya dirá lo que el gobierno necesite, con tal de librarse de la cárcel, pero el problema no sólo estriba sobre este delincuente confeso y sus secuaces, sino que el gobierno mexicano lo ha puesto como prioridad, por encima de temas trascendentales. Es claro que la salud de los mexicanos, la falta de dinero y la inseguridad que se vive en nuestro país, no es lo que el gobierno de Morena quiere resolver, todo ello lo quiere “tapar” con un circo que no le resuelve nada a los mexicanos.
El 4 de junio, en una conferencia, el subsecretario Gatell dijo “tendríamos un escenario muy catastrófico que podría llegar a 60 mil muertes”, esas palabras las decía como algo muy lejano. Al parecer, conforme a las estadísticas, esta semana llegaremos a 60 mil muertes según los datos oficiales, pero hay que recordar que estas cifras podrían incluso ser tres veces mayores conforme a las actas de defunción registradas en nuestro país. Efectivamente, el subsecretario no se equivocó y este gobierno es eso: una catástrofe. Sus malas decisiones, pésimas prioridades, falta de empatía y sobre todo su ambición desmedida del poder, cumple cabalmente lo que la Real Academia Española define como catástrofe: “suceso que produce gran destrucción o daño; persona o cosa que defrauda absolutamente las expectativas que suscitaba”.
Este gobierno, sin duda, ha sido una catástrofe para los mexicanos. No cumplió ninguna de sus promesas, no resuelve los temas importantes, empezando por la protección a la salud para salvar vidas, pero sí se enfoca o peor aún, se obsesiona por distraer con un circo barato. Antes se decía que se necesitaba dar pan y circo, y Morena ni eso puede dar. Los mexicanos quieren más pan y menos circo.