Raúl Hernández Moreno
El ejercicio de la libertad de expresión en México no ha sido fácil ahora ni nunca.
Todas las etapas del México independiente han sido distintas, en todas ha habido periodistas enfrentados o con el gobierno, o con los poderes fácticos y a cada uno le ha correspondido decidir hasta donde llegar en aras de ejercer su libertad.
En el siglo 18, José Joaquín Fernández de Lizardi enfrentó a Agustín de Iturbide; Juan Bautista Morales, apodado el Gallo Pitagórico, fue enemigo de Santa Ana; Ignacio Ramírez El Nigromante, se atrevió a criticar a don Benito Juárez.
En los tiempos de Don Porfirio, cuando un periodista lanzaba críticas contra los políticos decía, “este gallo quiere maíz” y a sus críticos, como los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, o Filomeno Mata, los combatió con represión y cárcel.
Con Díaz la mayor parte de la prensa fue su aliada, a cambio de publicidad y dinero, y por eso cuando Francisco Madero arribó al poder se dedicaron atacarlo y lo exhibieron como un hombre sin carácter.
Cuando se instituyó el día la libertad de expresión, en 1952, nació como una propuesta de los editores más poderosos de entonces, para agradecer las bondades y el buen trato que recibían del gobierno, o más concretamente del presidente Miguel Alemán. Los editores pagaron esa primera fiesta.
Cuatro años antes, el gobierno acabó con la revista Presente, de Jorge Piño Sandoval, como represalia a las críticas al Presidente Alemán. Le vendían papel finlandés a un precio superior al nacional y así no sobrevivió.
En 1996, Gustavo Díaz Ordaz ordenó que dejase de salir el periódico Diario de México, por haberse confundido en la redacción de los pies de foto de dos fotografías, una del Presidente con la asociación de gasolineros y otra donde aparecían dos changos, llegados al zoológico de Chapultepec.
Un año después, la revista Política, de Manuel Marcué, dejaba de circular, ante la presiones del gobierno, por las críticas que recibía.
Y así podríamos hablar del golpe a Excélsior del 8 de julio de 1976; del no pago para que me pegues, de José López Portillo a Proceso, en 1982; de Manuel Becerra Acosta obligado a dejar la dirección de Uno más Uno en 1989, por presiones de Carlos Salinas; de las presiones a Reforma cuando se estableció en la Ciudad de México y los distribuidores de periódicos y revistas querían imponer sus condiciones para venderlo.
En fechas más recientes, los grupos criminales han rebasado todo lo visto antes en materia de censura y acoso a los medios.
En síntesis, ejercer la libertad de expresión nunca ha sido fácil, ni ahora ni nunca.
Finalmente un último comentario. Este día el Presidente Municipal Enrique Rivas inaugura el monumento a los periodistas. Es un gesto muy noble de su parte y habla de su simpatía, cordialidad y respeto con el gremio periodístico, pero también es justo darle mérito al colega Pedro Edmundo Zapata quien lleva 20, 30 años impulsando este proyecto que hoy se cristaliza, con el respaldo de muchos compañeros más.