
Por Raúl Hernández Moreno
El registro de aspirantes a candidatos a la presidencia municipal por el PRI será el 3 de marzo, lo que significa que uno o dos días antes, ya debe estar definido el candidato.
Hasta ahora, los favoritos para alcanzar la nominación son Jesús Valdez y Daniel Peña, ocupando el primer y segundo lugar, pero con una enorme distancia, entre uno y otro.
Sea quien sea el candidato, tendrá que ser incluyente y meter en el proceso electoral a todos los actores que pueda, incluidos opositores internos del PAN.
El candidato priista tiene que imitar la apertura que promueve Andrés López Obrador: invitar a todos los actores políticos, buenos, malos y peores. En el mundo de competencia, se requiere de alianzas. Lo importante es ganar, ya después, a la hora de gobernar, se podrá colocar a cada quién en el lugar que le corresponde, en función de lo que haya aportado a la campaña, en función de sus capacidades, en función de los compromisos pactados.
Excluir a actores, en momentos de debilidad, sería un suicidio. De nada sirve mantener la pureza de un proyecto, si no hay posibilidades de triunfo.
Ciertamente el priismo en Nuevo Laredo esta multi-fracturado. Hay división, hay desencuentros entre los grupos, hay desconfianza con el papel que desempeñan algunos actores. Se sabe que el enemigo está dentro y ocasiona el fuego amigo. Pero con todo y ello, se puede integrar un proyecto competidor si el candidato y el partido se abren a todos los grupos y corrientes y les da su lugar, en función de su peso electoral. Esta apertura también se tiene que dar con la sociedad civil, con los apartidistas. Estos deben ser incluidos por el PRI en su proyecto electoral y en el gubernamental, si ganan.
Pero se comete un error otorgándoles los primeros lugares de la planilla a los apartidistas, porque por muy buena imagen que tengan, aportan muy pocos votos, prácticamente nada, comparados con los que aportan sectores y organizaciones. Hay que incluirlos, pero del octavo lugar en adelante. Si gana el partido, obtendrán una regiduría. Si el partido pierde, nada habrán perdido, pues ni militantes son.
Esta integración no garantiza el triunfo, pero aumenta las posibilidades de obtenerlo.
El PRI debe revisar muy bien los números de las elecciones del 2012, 2013, 2015 y 2016, en las que ha perdido en Nuevo Laredo, incluida la diputación federal del 2015, cuando perdió en Nuevo Laredo, pero ganó con los votos aportados por los municipios de la ribereña, a los cuales ya no se puede recurrir.
Cuatro elecciones continuas pérdidas obliga a reflexionar muy bien por qué se perdió y cómo puede evitarse que ocurra lo mismo, en una quinta ocasión.
Más que definir a su candidato, el PRI debe definir la estrategia con la que va a competir en el proceso electoral, que le incremente las posibilidades de triunfo.