Ambrocio López Gutiérrez
Con la amenaza norteamericana de construir un muro en la frontera norte han surgido múltiples opiniones acerca de la pertinencia o no de esa obra, sobre los conflictos que se generan cuando se recuerdan viejas heridas provocadas por la mutilación de un inmenso territorio que perteneció a México, además del drama que viven miles de familias que se desintegrarán por las deportaciones masivas. En este contexto vale reflexionar un poco acerca de la construcción del septentrión.
Las obsesiones hegemónicas del empresario Donald Trump han despertado resentimientos que estaban adormilados y se empiezan a barajar propuestas que incluyen rediscutir las fronteras, es decir, demandar en las cortes internacionales el despojo de la mayor parte del territorio que (tal vez) fue pagado a precio de ganga, pero con invasión militar de por medio. Cuando menos Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ha tenido la osadía de proponer algo que intente frenar los afanes excluyentes de la enloquecida derecha estadounidense.
Consultando algunos archivos y recordando las clases doctorales del historiador matamorense Octavio Herrera Pérez, pude comprobar las enormes dificultades que han tenido múltiples generaciones para construir el septentrión, pero, sobre todo, para definir las fronteras. Encontré en la red un sitio (mexicoarmado.com) que narra un trozo de historia sobre este tema y reproduzco algunos párrafos donde se destaca el protagonismo de Tamaulipas en los intentos por construir lo que se llamaría la República de Río Grande, cuya capital estuvo en nuestro territorio.
“En 1840 se produce en México un nuevo intento separatista auspiciado por los federalistas que trataron de constituir la República de Río Grande con los estados mexicanos de Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León, similar a la recién independiente Texas. La declaración de independencia tiene lugar el 17 de enero de 1840 en Laredo, donde se reúnen los líderes separatistas que declaran como parte integrante de la nueva República los territorios de Tamaulipas y Coahuila hasta los ríos Nueces y Medina, y los territorios de Nueva (SIC) León, Zacatecas, Durango, Chihuahua y Nuevo México.
El primer -y único- presidente de la República de Río Grande es Jesús de Cárdenas. Inmediatamente, el nuevo comandante en jefe del ejército de Río Grande, Antonio Canales, se dirigió al frente de sus tropas contra el ejército mexicano que acude a poner fin al movimiento separatista, teniendo lugar el choque entre ambos en el estado de Coahuila, en la Batalla de Morales en marzo de 1840, siendo Canales estrepitosamente derrotado y viéndose obligado a retirarse a San Antonio.
Esta derrota obliga al Gobierno de Río Grande a exiliarse a la vecina Texas, donde a pesar de las simpatías que su causa despierta, no consiguen un reconocimiento oficial que se traduzca en ayudas por parte del presidente texano Mirabeau Lamar, quien a pesar de todo permite la formación de un grupo de mercenarios denominados como “Texas Auxiliary Corps” formado por más de medio millar de mexicanos, norteamericanos, texanos e indios.
El número de estos 500 hombres aumenta poco a poco hasta el punto de que ya son cerca de 2000 el número de mercenarios reclutados cuando, atacados por el ejército mexicano, el 25 de octubre de 1840, las tropas de Canales vuelven a ser deshechas en Saltillo provocando que días después, el 6 de noviembre, se produzca la capitulación del ejército Río Grande en Camargo, cuando ya Antonio Canales, ex-comandante en jefe de las fuerzas que capitulan, había abandonado dichas funciones y se había pasado al bando mexicano incorporándose a su ejército. La existencia de la nueva República había durado apenas 11 meses.
Los insurrectos, reunidos en el Rancho Oreveña, cerca de la ciudad actual de Zapata, descontentos con la política centralista del gobierno mexicano, y en un intento por unir a Tamaulipas, Coahuila, y Nuevo León declararon su independencia en octubre de 1838 y formalmente organizaron su gobierno provisional el 18 de enero de 1839 (aunque hay dudas sobre las fechas exactas de estos eventos), con Jesús de Cárdenas como Presidente.
El 28 de enero de 1839 los independentistas izaron su bandera en la plaza de Guerrero, en Tamaulipas y los líderes de dichas regiones decidieron organizar una Convención en Laredo, Texas, el 17 de enero de 1840, donde declararon su independencia de manera formal. La República de Río Grande reclamó entonces como parte de su territorio los estados de Nuevo León y los que se encontraban al norte de Tamaulipas y Coahuila hasta los ríos Nueces y Medina. Por si fuera poco, añadían a sus reivindicaciones la totalidad de los territorios que formaban los estados de Zacatecas, Durango, Chihuahua y Nuevo México.
El gobierno provisional de la República de Río Grande se constituyó de la siguiente manera: Presidente, Jesús de Cárdenas; Comandante en Jefe del Ejército, Antonio Canales de Rosillo; Delegado para Tamaulipas, Juan Nepomuceno Molano; Delegado para Coahuila, Francisco Vidaurri y Villaseñor; Delegado para Nuevo León, Manuel María de Llano; Secretario, José María Jesús Carbajal. La capital de la república fue establecida en Guerrero, en el estado de Tamaulipas.
La guerra que surgió enfrentó al ejército de la república de Río Grande, al mando de Canales, con el ejército mexicano mandado por el general Mariano Arista. Entre los días 24 y 25 de marzo de 1840, ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Morales, en territorio de Coahuila, donde Canales fue estrepitosamente derrotado. El Coronel Antonio Zapata, que era el comandante de la caballería de Canales, fue hecho prisionero y ejecutado inmediatamente, mientras que Canales con los restos de su ejército se retiró a San Antonio, en Texas, al tiempo que Jesús de Cárdenas y el gobierno provisional de la República de Río Grande debieron huir al otro lado de la frontera de Texas, a la población de Victoria, para evitar su captura.
A finales de abril de 1840 Canales y sus tropas consiguen llegar a Austin, Texas, con la intención de obtener ayudas y reconocimiento para continuar su campaña contra México llevando a cabo conversaciones con el Presidente Mirabeau Lamar, quien -aunque personalmente estaba interesado en la independencia de Río Grande para que sirviera como estado tapón ante posibles intentos Mexicanos de recuperar la soberanía sobre Texas- de manera oficial no le dio respaldo debido a que la propia Texas buscaba afanosamente que las grandes potencias le reconocieran su propia independencia de México.
Canales abandonó Austin el 2 de mayo y se dirigió a Houston, donde llegó el primero de junio para reorganizar su ejército compuesto en ese momento por tan sólo 300 mexicanos, 140 estadounidenses y 80 indios, aunque su número se incrementaba día a día. El jefe norteamericano, Coronel Jordania, designó una fuerza de 90 hombres que formaron la vanguardia del ejército de Canales, que se internó por el territorio de Tamaulipas para tomar Ciudad Victoria sin haber librado ni un sólo combate (SIC), dirigiéndose desde allí hasta San Luis de Potosí. Sin embargo, temiendo una emboscada, Jordania alteró su ruta y se dirigió sobre Saltillo.
El 25 de octubre de 1840 son atacados por las tropas mexicanas al mando del general Rafael Vásquez, aunque el ejército de Canales consigue resistir y posteriormente huir a Texas. Finalmente, Canales se entrevistó con Arista en noviembre para tratar acerca de su rendición, que se produciría en Camargo, siendo Canales admitido en el ejército mexicano con el grado de oficial. Vaya que cuando se quería, nuestro gobierno podía ser muy clemente, hasta de más”.
Los párrafos anteriores muestran la lucha en la construcción de los territorios. Se quería formar una república con una parte de México, pero también con parte de las entidades del país vecino. Con la locura del muro se nos recuerda que el septentrión sigue siendo territorio en construcción; luego entonces, mientras se construye la bardota, podremos discutir otras propuestas de organización de las entidades, incluyendo la propuesta del ingeniero Cárdenas Solórzano.
Las condiciones objetivas nos indican que los límites actuales no pueden cambiarse, se han mantenido ahí desde el gobierno del general Porfirio Díaz Mori, sin embargo, creo que es válido utilizar el argumento del despojo de los territorios para detener la agresividad de quienes pretenden el ideal anglosajón de un país (EEUU) blanco, cristiano, heterosexual y con privilegios (para los ricos).
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